Semanas atrás me crucé en Twitter con el extracto de una entrevista en la que Gabriel García Marquez daba detalles del día que fue al correo para enviar el original de Cien años de soledad a Buenos Aires.
Con él(y con Isabel Allende también) me pasa que los escucho hablar y tanto el discurso como la forma concuerdan con su manera de escribir... las palabras, los silencios, las maneras, los remates.
Cuando los leo, los escucho.
O al revés.
O algo así.
De este lado del Atlántico Gabo es conocidísimo hasta por los que no leen (no porque haya ganado un Premio Novel) porque Crónica de una muerte anunciada solía ser de lectura obligatoria en la secundaria ahora no tengo idea.
El coronel no tiene quien le escriba, La hojarasca, Relato de un náufrago (dicho sea de paso es una historia basada en hechos reales y el "náufrago" le inició un juicio porque el libro está inspirado en la entrevista que le había realizado) y tantos más.
Hasta hace unos años, de sus libros, mi favorito era El amor en los tiempos del cólera pero en la última relectura algunas cuestiones me hicieron ruido... y no lo volví a tocar (por las dudas).
Distinta suerte tuve con Cien años de soledad, que también releí varias veces, porque en cada vuelta descubrí más capas: tramas y subtramas entretejidas con toques de realismo mágico y personajes que van y vienen y se vinculan unos con otros y pasado y presente y todo tiene una razón de ser.
¡Ese inicio!
¡Ese final!
Un círculo increíble.
Como decía al principio, la anécdota habla del envío de la obra a Buenos Aires, pero también habla del amor, de la determinación, de la confianza y de mucho más.
No sé si la habías visto y la comparto porque, creo, es maravillosa.