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domingo, 28 de enero de 2018

De cicatrices y cicatrices...


Quemarse al cocinar es, al menos en mi caso, moneda corriente.
Un brazo o alguna parte de la mano; los dedos, la palma... 
Hasta el empeine me quemé una vez haciendo remolinos para que no se peguen los ñoquis (tengo una teoría del agua en movimiento que ahora no viene al caso).
Las  quemaduras leves y las más complicadas  tienen algo en común: hasta curarse del todo quedan sensibles; escuecen apenas se acercan a algo con cierta temperatura.
Aunque haya pasado un tiempo, aunque no hayan sido demasiado graves.
Es como un aviso ¡Trátese cuidadosamente; zona en reparación!
Si eso pasa con las heridas tangibles.... ¿mirá si las del corazón no van fruncirse cuándo existe el riesgo de que las vuelvan a abrir?