“El terror nocturno era comprensible, ¿pero cómo calificar a un hombre cuyos miedos persistían después de la salida del sol?” se pregunta, Dauphin, uno de los protagonistas.
En el contexto de esta historia, yo lo calificaría como una persona muy perceptiva porque no solo la noche puede ser terrorífica que es lo que cualquiera esperaría. De hecho, Mariana Enriquez dice en el prólogo que “al terror le gusta encontrarnos donde nos creíamos casi invulnerables” por eso es que muchas de historias del género transcurren en casas que -se suponen- tienen que ser un lugar seguro.
Acá hay una casa que es de todo menos segura, un clima denso, unos personajes que se vinculan de una manera bastante particular… Y terror, claro.
Me cruzaba con Los elementales cada dos por tres y me daba mucha curiosidad, así que consulté a mis fuentes ¿? y me dijeron que sí, que iba a resultarme tolerable (no me mintieron).
Podría decir que no soy fan del terror y me quedaría corta igual si dijera que no me gusta nada porque no me gusta nada, pero muy, muY, mUY, MUY de vez en cuando me tiento y pruebo y mientras leo me pregunto con qué necesidad.
En un principio Los elementales es más bien gótico con unos toques asquerositos mezclados con cierto humor que aliviana las sensaciones feas.
El tema es que a medida que la historia avanza, el clima se pone más opresivo (y caluroso), lo oculto empieza a develarse, la acción vira hacia el terror propiamente dicho y llega el momento ¿con qué necesidad?
La historia es muy genial y, para quienes somos aprensivos, bastante tolerable. Prueba de esto es que no soñé puede que me jugara a favor el insomnio… Igual esperé que fuera de día para enfrentar la última parte tan valiente no soy.
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No sentí que Tres pequeñasmentirasque de pequeñas poco y nada fuera una historia especialmente adictiva o sorprendente y, aun así, me enganchó.
En dos líneas de tiempo pasado/presente, la mayoría de los capítulos los narra Ellen en primera persona, intercalados con el punto de vista de otros dos personajes.
Desde el principio expone que años atrás pasó algo y hubo un juicio (con un culpable) y también que hay una mujer desaparecida por la que solo se preocupa la que se considera su mejor amiga.
De esta historia el cómoestá hiladame gustó más que el quépasa.
Mi sensación es que la historia da vueltas sobre los mismos temas y no pasa demasiado (igual ese no sería mi pero. Si tengo que poner uno es que, en parte, el final ¿la parte feliz? no sentí que cerrara con moño).
Creo que es el ritmo, la forma en la que se presentan algunas situaciones y las personalidades de los personajes lo que la hace interesante: eso de dudar; no querer ver, saber o escuchar porque los sentimientos o el encandilamiento ciega… (hasta que la realidad no te deja más opción que abrir los ojos) habilita un juego que suma mucho a la trama.
Con los thrillers, creo, pasa algo curioso:
Si el desenlace nos sorprende, andá a encontrar a esta altura algo que nos sorprenda lo valoramos... pero también lo hacemos si coincide con nuestras deducciones (el orgullo pesa). Siempre que ese desenlace no sea obvio ni tirado de los pelos, claro.
Este no es el caso porque, en general, está bien hilado.
las enumerativas que se usan para enumerar -lo que sea-, las explicativas que se usan para interrumpir la oración con alguna explicación, las elípticas que se usan al omitir el verbo, las apositivas que se usan para aclarar algo sobre el sujeto y las vocativas que son las protagonistas de la entrada de hoy.
Estas comas se usan para indicar que la oración se dirige a alguien.
No es lo mismo
—Sentate en esta silla, hermosa. 💬Una invitación dirigida directamente a alguien y denota cierta confianza.
—Sentate en esta silla hermosa. 💬La silla, se supone, es hermosa; la persona a sentarse... andá a saber igual la belleza está en el ojo de quien mira.
Sabiendo esto.
¡Cuánto más lógico resulta este chiste de Chespirito!
Como siempre que publico este tipo de entradas, pido disculpas por la llaneza y les cuento, a quienes no sepan, que Chespirito fue parte de la infancia de varias generaciones de latinoamericanos.
El sketch más conocido de su programa era El Chavo del 8, que ni de chica podía ver porque me daba lástima; pero tenía varios más protagonizados por el Dr Chapatín, el Chompiras y el Botija, el Chapulín colorado y, los Chifladitos, Lucas y Chaparrón.